Saturday, March 23, 2013

Aterrizaje

Después de 17 horas de vuelo llegamos al aeropuerto de Addis Abeba. Con un extraño sabor de boca, descolocado. Nunca se dijo que el salto de Europa a África iba a ser fácil. El aeropuerto se cae en pedazos. Los baños no tienen puerta ni papel ni agua. Dos militares armados esperan sentados en unas sillas desvencijadas. Y nos vigilan desinteresados mientras rellenamos los papeles de inmigración. La oficina donde obtenemos los visados es un cuartucho oscuro y sucio con armarios y estanterías metálicas repletos de papeles amarillentos corroídos por el tiempo. Los tres funcionarios que despachan los turistas no saben prácticamente ingles. Tras pasar los controles salimos del aeropuerto, sin percatarnos que el militar de la entrada está ahí para evitar el reflujo. Así que nos quedemos encerrados en el exterior. Porque los muros de los aeropuertos como el resto de muros son bifacéticos , dependen del lado desde el que se miran. Por una parte ese muro encierra el aeropuerto, el descampado y la pista de aterrizaje que lo componen, los controles y oficinas, la gente que desciende de esos aviones y el resto de países del mundo más allá del cielo que se vinculan a través de este nexo a Etiopia. Y por otro lado todo el país que es Etiopia y los países circundantes a través de sus complicadas fronteras, en conflicto con Sudan del sur, Eritrea y Somalia. Son las 2 de la mañana hace calor y las estrellas iluminan el cielo en la capital de Etiopia. Tenemos la dirección de una pensión en el centro, así que cogemos un taxi y pecamos de occidentales pagando lo mismo que pagaríamos en BCN, pero nos da la mismo. Queremos llegar cuanto antes a un lugar donde descansar. El paseo por el centro de la ciudad es como una película de Lars von Trier y Lynch juntos. Onírico y surrealista se escucha música y gente por todas partes. Algunos toman cerveza sentados en sofás estampados en la calle iluminados por tenues luces rojas o amarillas. La autopista se convierte en pista de tierra y pasado el barrio de putas el taxi se para y empieza a buscar la pensión que está por los alrededores. Al llegar a la pensión comprobamos que esta es como la autopista o como el aeropuerto, aunque cumple con su cometido carece de todo. Una pegatina sucia que imita a racholas hace de suelo. Un armario destrozado sin puerta y mugriento nos da la bienvenida nada más abrir la puerta. Al fondo a la derecha un water también sin puerta y fuera de servicio emana su delicada fragancia al resto de la habitación. Si pensaba que la India me había curado de espantos me equivocaba, siempre todo puede ser peor. Aunque no pierdo la calma estoy bastante sorprendido. Si esto es la capital tengo ganas de ver que me depara este país… estoy seguro que no va a dejar títere con cabeza. Amanecemos en la ciudad descolocados, algo parecido al jet lag. La luz no arroja luz al asunto pero si calor. Ayer estábamos despidiéndonos de los amigos tiritando en el aeropuerto de BCN a 2º y hoy despertamos con un sol aplastante y sus buenos 27 º. Pregunto la hora y me dicen que son las 3. El desfase horario es de 3 h así que son nuestras 12. Pienso que si que hemos dormido y que debe ser el cansancio acumulado. Salimos a la calle y vamos a comer algo. La ciudad esta en construcción y es una locura total, sin aceras en muchos tramos, con runas y suciedad por todos lados y la gente nos mira como si no hubieran visto un blanco en su vida. Tras un cuarto de hora ya estamos quemados y sudados. Ruido y humo por todas partes y una ciudad sin forma de ciudad. Addis Abeba de hecho parece dos autovías que se cruzan. Absolutamente extraño. Comemos, paseamos intentamos de encontrar un lugar donde hacer llamadas internacionales infructuosamente y volvemos a casa a las 8. El sol está cerca del meridiano celeste. …esto no puede ser ¿Aquí no se pone el sol nunca? Cuando acudimos a la guía para ver que está pasando descubrimos que para empezar estamos 7 años y medio antes de lo que estábamos en Barcelona, y que las horas se cuentan desde el amanecer. Así que a las 6 de la mañana aquí son la 0. La idea de contar las horas desde el amanecer aun siendo igual de arbitraria me parece que tiene un poco más de sentido. Después de pasar un par de días gestionando nuestros visados y haciendo un poco de inmersión gastronómica. Nos dirigimos a Gondor, nuestro primer objetivo. La ciudad que alberga el Camelot Africano, sólo que en este caso no es un castillo mitológico sino verdadero.

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