Thursday, January 14, 2010

PREAMBULO



Realmente uno no sabe cuándo van a suceder las historias inesperadas; cuando va a surgir aquello que nos transporte más allá de lo ilusorio a el estado que subyace a flor de piel de nuestra alma, y que se calienta y vibra con el ronroneo de eso que somos en lo mas profundo. Más allá de ti esas historias son pasto de los bares y de los amigos. El ego que construyes con esas proyecciones que suscita tu comprensión de ti y puedes explicarlas como algo épico, aleccionador.

A todos nos gusta sentirnos vivos y poco más o menos todos intentamos hacer de nuestra vida una aventura.

Y des esta manera nos conducimos heroicos por las calles de Barcelona permitiendo ,sin nosotros saberlo, que esta se convierta en el laboratorio sentimental más conmovedor, convirtiéndola en el medio que es capaz de conducirnos por los surcos de nuestra piel erizada, sobrevolando la textura que recubre y te salva de lo otro del afuera, extasiándonos gracias a su danza peligrosa.

Barcelona todos lo sabemos puede ser una jungla igual o más peligrosa que la selvática con la diferencia que por lo general estarás mas alerta en la jungla selvática que en la urbana, por estar la primera poblada de peligros evidentes anímalas entre los que destacar tu torpeza instintiva. Es imposible no estar en el corazón de la lucha entre las especies, en las ciudades animales, y no sentirse algo pequeño. Imposible contemplar el anfiteatro donde compiten los agiles, con los poderosos, los que reptan, con los que vuelan y no sentirse un insignificante error. El humano, el animal constantemente en lucha con su instinto no pinta nada en esa arena. Y ese sentimiento de insignificancia hace que te des cuenta de tu fragilidad. Tu ser incapaz de canalizar el miedo hacia una respuesta violenta eficaz atiza un fuego secreto, sofocado por años de educación y de cotidianeidad, que te hace sentir alerta que te hace sentir, vivo más allá de lo que te creías capaz.

Y lo cotidiano, el día a día por ese extraño juego de tu atención es incomparablemente más peligroso que el estado exaltado del viajero. Cuando coges el coche a las siete de la mañana y te echas a la carretera frotándote los ojos, todavía dormido, nunca eres lo suficientemente consciente de que estas viviendo, y que te estás jugando la vida con cada acción que haces. El que viaja parece encontrarse en constante alerta sopesando cada una de las acciones que hace.

Es poderosísima esa pantomima de la que es capaz tu lógica racional. La que te ayuda a vivir en lo cotidiano como en algo inalterable, el eterno paraíso en la tierra que rezan algunas religiones, para seguro que por una cuestión energética permitirte optimizar recursos evitando los sobresaltos, evitando esas molestas alteraciones que te arrastran sin tu ser capaz de controlarlas que son los sentimientos. Es incuestionable como su inercia homogeneizadora su inercia de apagar esos fuegos del alma es incapaz de detenerse y ejerce eso por lo que existe mas allá de lo deseado aplastando el latido mismo de nuestro corazón

Impidiendo que sintamos ese pulso diario tantas veces inconsciente que es vivir.

Uno viaja después de haber vivido una vida en búsqueda de lo que es la vida, viviendo en el error de creer que tal vez solo sintiéndote vivo, solo contemplando ese sentimiento, uno puede entender cuál es el secreto, cual es la respuesta de esa pregunta, del porque de nuestra existencia.

Es inevitable no ver como estamos rodeados de esos elementos que surgen como respuesta a esa pregunta, religión, ciencia, filosofía o analgésico para el alma en forma de ocupación, ocio, droga o cualquier cosa que haga que dejes de plantearte esa pregunta que tal vez no tiene respuesta.

Uno viaja y espera exponerse, encontrarse de nuevo ante las llamas que arden en tus entrañas.

Entonces uno sale por la puerta de su casa dejando tras de sí la desidia, dejando los sinsabores de lo conocido y empalma ( palmo a palmo ) sus pasos en busca de esas sensaciones con animo transcendente. Pretende descubrir los porqués que a todos nos intrigan .

Y se pregunta si sentirse vivo, no será tal vez una quimera, el juego de espejos de nuestra conciencia, no será tal vez una cuestión de focalizar los sentidos concentrándote a la vez en tu ser y en todo lo que te rodea.

Solo siendo consciente del aire que respiras, de cómo encadenas tus pasos, de tu latir. Sentir tu ser desde tu mas intima esencia, sintiendo sentir cada centímetro de ti. Sentir como tu percepción se extiende cuidadosa como tus pasos. Siendo tu todo lo que abarcan tus ojos, siendo uno con lo observado. Acariciando ese sentimiento holístico en el que se basan algunas religiones. El sentimiento de unicidad con el todo.

Podemos decir que viajar pretendiendo sentirse vivo es un acto espiritual en si mismo.

1 comment:

  1. Viajar es exponerse, aceptarse ignorante y dispuesto a equivocarse, dispuesto a enfrentarse a el otro y ver qué distinguido y enigmático caliz tomará tu conciencia después del intercambio. Provocarte, forzarte a reaccionar a lo desconocido y olvidar que sí, en algún momento fuiste dueño de tu ciudad y tu minúsculo universo, pero la vida es más grande que eso. Viajas para empequeñecerte y que eso no importe.
    Sort company.

    Franc ( des de Santa Cruz, Californa)

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