Tuesday, February 21, 2012

Lago Titicaca


Es inevitable viajar por Suramérica sin tener presente esa historia pasada de la España colonial. Es inevitable trasladarse 500 años atrás e imaginarse la oscuridad hedionda de las galeras, o dificultoso avance de las tropas de caballería por la selva Andina, siendo recibidos como los emisarios de su dios Viracocha. Porque esa selva impenetrable, y esos poblados de adobe y paja siguen como entonces adaptados de alguna manera a los tiempos modernos.
Igualmente soy conciente que es también una sensación, un halo místico que otorgo a eso capaz de resistir el embate de la modernidad. Como si de un árbol de profundas raíces obstinado a resistir la vorágine de tormenta se tratase.

Como todas las poblaciones colonizadas Perú y Bolivia están polarizadas en lo referente a la su visión sobre la conquista. De hecho, es un suceso complejo con consecuencias positivas y negativas.
Lo negativo evidentemente es la voluntad de erradicar toda cultura anterior. Postura extendida ampliamente por nuestra monarquía y cuerpo religioso. Fruto, tal vez de un medievo ibérico, marcado por la guerra santa. Modelo adoptado como propio para algunos lugareños que veían en la diferencia entre las civilizaciones inca y española la prueba evidente de que esta era mejor que aquella.
Y lo positivo es el avance que puede significar para una civilización entrar en contacto con otra que le lleva 2500 años de evolución. Puesto que a la civilización inca los antropólogos la colocan un paso después del paleolítico técnica y culturalmente.

Nuestra ruta nos conduce desde Arequipa a Puno. Ciudad bañada por el lago Titicaca.
Y el lago Titicaca es uno de esos lugares atemporales que te sacuden para atraparte en ese pasado presente.

Este lago es la cuna de mitológica del imperio Inca. Hoy día dividida en dos países que antiguamente integraban junto a muchos otros el gran imperio. Tened en cuenta que el imperio inca en su máximo esplendor incluía 250 etnias y se hablaban 600 lenguas o dialectos a parte del quechua, y que cubría mas de la mitad de Suramérica. Sin dominar la escritura, ni la forja de hierro ni el conocimientote la pólvora.

Su imaginario religioso así como sus más importantes templos giraban alrededor de este lago. O más concretamente en su interior. En la isla del sol. Donde, según cuenta la leyenda, viracocha hizo aparecer al primer inca, Manco Capac y a su hermana-mujer, junto con el sol. Quien otorgó a Manco, la vara de oro con la que más tarde fundaría la ciudad de Cuzco.
Este lago, ya de por si místico lo es aun más si se atiende a los datos que indican que bajo su superficie de 8400 km2 se esconde una ciudad de una civilización anterior a la inca, bañada en oro y repleta de templos seguramente también centro religioso-cultural de aquella.
Y lo cierto es que de alguna manera se puede percibir que existe algo absolutamente singular en ese lugar. Algo que penetra en ti sin tu darte cuenta y te cautiva más allá de la posibilidad de oponerte.
El lago se extiende como mar turquesa zafiro reflejando las montañas nevadas y el cielo azul a 3800 m. Y sus islas como las montañas parecen flotar en el espejismo aisladas del mundo exterior.

Desde Puno podemos observar el lago y podemos sentir su peso en los pueblos circundantes. Su irradiación. Puno es conocido por ser el centro folklórico del Perú. Y la fiesta más importante es la fiesta de la candelaria. Esta es un constante pasacalles donde 100 comparsas de unas 50 o 80 personas bailan sin parar durante 12 horas al ritmo de su música ancestral estas comparsas provienen de los pueblecitos que circundan el lago. Y solo con eso ya nos podemos dar cuenta de la importancia que algún día tuvo. Y así hoy día se mantiene como vestigio inmaterial de lo que algún día fue.

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